Actualizado 03/10/2024 | Texto Publicado el 09 de octubre de 2014
Cuando Mercator era comunista
El mapa es un artefacto político #2 | Fidel Mingorance
En tiempos de las posmodernidades ya se ha de-construido lo suficiente el mapa y su lenguaje implícito (y explícito) como para no reconocer la estrecha relación y el gran amor que profesa el poder hacia los mapas y hacia cualquier manera de influenciar la forma que tenemos de percibir el mundo.
Por eso siempre resulta tan apetitoso acudir a la controversia de Peters cuando tratamos sobre la naturaleza de los mapas y sus relaciones con el poder. Y además de pertinente, resultará enormemente pedagógico y muy lúdico repetir el mil veces realizado ejercicio de comparativa entre, por ejemplo, el tamaño real de Groenlandia y África con el que resulta tras proyectarlos en el mapa en Mercator. Sin duda, será muy ilustrativo de lo poco adecuada que resulta esta proyección como imagen global del mundo, o por lo menos del mundo tal y como lo percibimos en estos inicios del Siglo XXI.
El problema suele aparecer cuando se quiere ir mucho más allá de lo que el ejercicio realmente permite o cuando se acaba en el usual y abusivo carrusel de simplificaciones groseras y extrañas argumentaciones que tanto abundan en algunos artículos, foros y debates sobre el tema que se pueden encontrar fácilmente en la web (basta con teclearle «controversia Peters Mercator» al ojo-que-todo-lo-ve, o sea Google, para poder encontrar bastantes e ilustrativos ejemplos). Cayendo en esto, el pedagógico y útil ejercicio suele desvirtuarse convirtiéndose en casi una caricatura. Así, podemos acabar descubriendo que Mercator era algo así como un alemán malo-malote, imperialista y colonialista que puso Alemania en el centro del mapa y dibujó la colonial Europa de un tamaño muy superior al de sus colonizados africanos, asiáticos y latinoamericanos, a los que hizo muy pequeñitos y además los puso abajo…y si no era todo eso, por lo menos era un tecnócrata gris que colaboró en que eso fuese así y en cambio San Peters nos abrió los ojos a la manipulación imperialista de los opresores de los pueblos elaborando «el único mapa correcto». Los del «otro bando» tampoco se quedan cortos y nos acaban descubriendo que Mercator era algo así como un sabio insigne e íntegro pro-hombre de ciencia que ayudó a iluminar el progreso de la humanidad y el avance inexorable de la civización.. y si no era eso por lo menos fue el padre de la cartografía moderna y en cambio Peters era un desvergonzado demonio comunista conspiranoico que copió descaradamente la proyección de Gall y la patentó ganado muchísimos royalties cuando al fin y al cabo no tenía ni idea de geometría diferencial ni de proyecciones cartográficas y acabó engañando a la ONU (al menos a Unicef y Unesco).
Si lo que queremos es trascender un poco este tipo de debates, si no queremos repetir argumentos a modo de consignas políticas ni tampoco queremos acabar haciendo algún delirante chiste de lo imperialistas que resultaron ser los pingüínos que viven en Groenlandia (¿lo pillan? ja,ja,ja), debemos enfocar de manera diferente nuestro nudo argumentativo. Y para ello, resulta especialmente útil desligar un poco los argumentos de los personajes de Mercator o Peters, ambos hombres de su tiempo, ya que finalmente esto no nos aportará mucho en el análisis y, en cambio, distorsionará terriblemente el discurso.
Así pues, atribuirle a Mercator, por ejemplo, que hiciera más grande a la imperialista Europa, a costa de empequeñecer las tierras que colonizaba a sangre y fuego, para así justificar el colonialismo europeo está totalmente fuera de lugar. No era eso lo que buscaba el flamenco (pues no, no era alemán) y no era para eso para lo que ideó su proyección. De hecho, Gerardus Mercator (o Gerard Kremer) tuvo una vida bastante más atribulada de lo que algunos de sus críticos imaginan. Incluso hizo un mapa, en proyección cordiforme, susceptible de ser acusado de subvertir el orden religioso imperante en el Flandes de los años ’40 del Siglo XVI. Y así fue. Tras la caza de herejes desatada en 1544 por las muy católicas autoridades Habsburgo, Mercator acabó en prisión siendo juzgado por herejía. Si bien salvó la vida y fue finalmente liberado debido a sus buenas conexiones con el poder, acabó exiliándose en Duisbourg (esto sí es Alemania) donde en 1569 haría su famoso mapa (fama posterior a su muerte y que él no llegó ni a atisbar).
En fin, acusar al cartógrafo flamenco de ser etnocéntrico tampoco servirá de mucho. ¡Claro que era etnocéntrico! Tanto como lo han sido todos los hacedores de mapas a lo largo de la historia y en cualquiera de las culturas o latitudes habitadas por humanos (Yi-Fu Tuan, 1974). El pecado no es que Mercator fuera naturalmente eurocéntrico, el pecado es pretender que un mapa elaborado desde un entorno concreto, Europa, y para una función determinada, la navegación marina, se convirtiese en «LA representación universal y correcta» del mundo.
Es bien conocido que la proyección cilíndrica conforme de Mercator deforma progresivamente la forma de las tierras emergidas al acercarse a los polos, y esto tiene más que ver con la geometría diferencial que con el imperialismo cartográfico. El problema no reside en las distintas proyecciones cartográficas sino en el uso que se hace de las mismas, o mejor aún, en un uso inapropiado de ellas. Cada proyección se ha concebido para un uso concreto. También es igualmente conocido que la proyección de Mercator se concibió con la idea de facilitar la navegación marina, ya que permite trazar el rumbo constante entre dos puntos a partir del trazado de una línea recta, la famosa loxodrómica. Simple cuestión de utilidad o uso apropiado. Cuatro décadas después de la controversia de Peters, encontraremos muy pocos disensos relativos a lo poco adecuados que resultan los mapas en proyección de Mercator para la ilustración de textos escolares o como representación de la totalidad del planeta. En cambio, nos encontraremos irremediablemente con esta proyección si utilizamos cualquier aplicación de mapas en línea desde internet. Efectivamente, en nuestro actual mundo digital ¡Mercator rules!
Llegados a este punto tal vez resulte de interés aterrizar el tema con un ejemplo concreto. Podemos observar atentamente el siguiente mapa, en proyección Mercator, publicado en 1930 por Alex Radó.
O este otro del mismo autor y también en proyección de Mercator. Su sesgo político es bien evidente, cosa que no nos debe extrañar si pensamos que Radó fue el legendario espía Dora; quien por ejemplo informó a los soviéticos desde Suiza de cuándo y cuantas divisiones nazis iban a atacar la Unión Soviética; quien tuvo que huir perseguido por la Gestapo y cuya familia fue diezmada por los nazis; quien después de la guerra fue deportado al Gulag por Stalin; quien finalmente sobrevivió a Siberia y fue rehabilitado por el régimen, siendo considerado un renombrado cartógrafo y comprometido hombre de su tiempo.
Karl Schlögel (2003) nos cuenta respecto a los mapas de Radó que
en 1924 publica en una renombrada editorial de Braunschweig, Wetermann, el primer mapa político de la Unión Soviética, donde se instala ese mismo año y prepara una guía de viajes de la URSS que aparecería en 1925 en alemán e inglés y habría de servir de «Braedeker rojo» a toda una generación de fellow travellers. (…) Karl Haushofer, el «padre intelectual de la geopolítica», comparó una vez los efectos de la guía de la Unión Soviética de Radó a la película de Eisenstein El Acorazado Potemkim, porque alcanzaba a extensas franjas de población que nada tenían que ver con el bolchevismo. Otro geógrafo cercano al nacionalsocialismo, Max Eckert-Greifendorff, reprochaba a Radó que al aplicar la proyección de Mercator a su mapa de Rusia había hecho «aparecer la extensión del Imperio soviético aún más importante de lo que ya era por naturaleza, por demostrar y acreditar así también en forma externa el poder abrumador del bolchevismo en la Tierra».
¡Vaya una sorpresa! ¡Se puede utilizar la proyección de Mercator para realzar y hacer más grandes a los bolcheviques! ¿Será que podremos acusar a Mercator de haber sido comunista?
Parece… al menos si utilizamos las mismas argumentaciones de quienes afirman que la de Mercator es una proyección imperialista. Mercator me hace pensar en Kaláshnikov… ¿Prohombre de ciencia y padre de la cartografía moderna o tecnócrata gris al servicio del poder imperial y colonialista europeo? Quedarse en ese debate es alejarse del centro de la cuestión, ya que la pretensión de universalidad de los mapas en proyección Mercator- y de que el mundo no solo es así sino que debe representarse siempre así- no se le puede achacar al propio Mercator. ¿Tal vez no debería meterse en el mismo saco a Mercator, a los bolcheviques o a los imperialistas victorianos que decidieron que el meridiano central pasaba por Greenwich?
Por otro lado, la chispa del debate político que encendieron las tesis de Peters, y que sin duda provocaron un genial y alborotado seismo carto-político en su tiempo (por ejemplo, ¡qué potente la portada del «Informe Brandt»! con su famosa «línea Brandt» Norte-Sur), queda dramáticamente diluida en su falta de rigor y en su autopretendida «objetividad y universalidad» (por no entrar en temas como el plagio de una proyección ya existente o algunos de sus falaciosos argumentos y conceptos «técnicos»).
Por eso inicié un trabajo sistemático y desprovisto de prejuicios; eliminé lo insostenible, y a partir de lo correcto elaboré una nueva teoría, en la cual fundamenté sólidamente el nuevo principio universal de proyección, adecuado para todos los mapas generales y aceptable por todos los pueblos del mundo. Su tratamiento paritario de todos los países de la Tierra es consecuencia directa de su objetividad. Siguiendo una vieja tradición cartográfica, pronto se dio al nuevo planisferio el nombre de su autor: «proyección Peters». Ésta se caracteriza por su fidelidad de superficie, de eje y de posición. (…) La nueva cartografía supone una verdadera revolución porque consigue superar todas las ideologías que hasta hoy han condicionado los diferentes planisferios que se han elaborado. La objetividad de la nueva cartografía ha tenido un desarrollo histórico, y es científicamente demostrable. Su primera aplicación práctica es el nuevo planisferio (proyección Peters), junto con los mapas parciales y las obras cartográficas que se basan en la misma imagen geográfica del mundo y en el mismo principio de proyección.
Arno Peters. Die Neue kartographie/The new cartography (1983)
Conviene no olvidar que gran parte de los contradictores en la controversia del germano Peters fueron, son y serán cartógrafos, ingenieros y otras personas muy cercanas a los paradigmas neopositivistas de la ciencia o a la geografía teorético-cuantitativa, cuyo ejemplo paradigmático puede ser el del cartógrafo A. H. Robinson.
Robinson fue uno de los encarnizados contradictores de Peters y llegó a afirmar que en la proyección de Peters «los continentes parecen unas húmedas y andrajosas ropas interiores puestas a secar de la cuerda del Círculo Polar tras un largo invierno». Y desde esta óptica se tiene usualmente la tendencia a «desechar visiones alternativas de la naturaleza de los mapas, especialmente las que abren perspectivas humanistas. El resultado es el tipo de visión de túnel que hizo comentar a Duane Marble acerca de las proyecciones de mapas que él las ve solo como una transformación matemática y no entiende «cómo la política y otras disciplinas similares pueden participar en ella»» (Harley, 1991). Como veremos en el futuro, no es difícil de entender porque algoritmos y otros aparatos matemáticos o tecnológicos tienen marcados sesgos de pesadas consecuencias sociopolíticas.
Posiblemente no haya nada mejor que acudir al humor y a la fina ironía de esa genial parodia del guionista Aaron Sorkin para representar las visiones enfrentadas en la Controversia Peters-Mercator. En un capítulo de la serie televisiva The West Wing (“El ala Oeste de la Casa Blanca”), dos de los protagonistas habituales de la serie, que hacen parte del gabinete presidencial, reciben a la Asociación de Cartógrafos por la Justicia Social (la ficticia OCIS). Éstos, piden la intervención presidencial para que se cambien todos los mapas escolares que estén en proyección de Mercator por mapas en proyección de Peters, en aras de una mayor justicia social. Sorkin consigue plasmar una caricatura genial tanto de los resabios geógrafos críticos de la OCIS como de la rígida lógica con la que los empleados gubernamentales conciben y perciben el mundo (representantes muy dignos del mainstream). Los diálogos no tienen desperdicio y pueden llegar a representar perfectamente (cierto, de manera caricatural…¿o no tanto?) las posiciones enfrentadas y antagónicas que se despliegan en la controversia cartográfico-ideológico-epistemológica a la que nos hemos estado refiriendo.
También se puede ver en versión doblada al castellano
Así, en foros, artículos o vídeos, mientras unos parecen decir: “¿Qué demonios es eso?”, señalando el mapa en proyección de Peters; otros parecen responder con un “en el sitio donde usted siempre ha vivido”. Y ante la asombrada pregunta de si “¿está diciendo que el mapa está mal?”, se obtiene la contundente respuesta de un “desde luego”. Afortunadamente en la actualidad ya nadie se «vuelve loco» al ver un mapa con el norte geográfico situado en la parte inferior y el sur en la superior.
O tal vez sí…
…si no, no le habrían dado la vuelta a la famosa foto Blue Marble (NASA AS17-148-22727), que originalmente fue tomada así:
En fin, en vez de continuar dándole vueltas a esta vieja Controversia del periodo de la Guerra Fría, la tesis que proponemos desde estas líneas es que resultará mucho más interesante buscar fuerza argumentativa en las propuestas críticas que atacan «la colonialidad del poder y del saber» (que diría Anibal Quijano, entre muchos otros y otras) o propuestas feministas que van directamente a la raíz del problema…. Claro, siempre sumándoles unas gotas de Harleyanas de de-construcción del mapa de inspiración foucaultiana y derridiana. Con ello seguro que se obtendrá una poderosa batería de argumentos apta para abordar la colonialidad subyacente en la cartografía occidental.
Referencias:
BROTTON, Jerry. Une histoire du monde en 12 cartes. Paris: Flammarion, 2013.
HARLEY, J.B. La nueva naturaleza de los mapas. Ensayos sobre la historia de la cartografía. México: Fondo de cultura económica, 2005.
NASA. Apollo Imaginery. NASA AS17-148-22727
PETERS, Arno. La nueva cartografía. Barcelona: Ediciones Vicens Vives, 1992.
SCHLÖGEL, Karl. En el espacio leemos el tiempo. Madrid: Siruela, 2007.
TUAN, Yi-Fu. Topofilia. Melusina, 2007.
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