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Esta entrada se ha publicado inicialmente en la sección MAPAS de Otramérica.

Por @Geographiando

En la anterior entrada le dimos un breve repaso al Atlas del Trabajo Esclavo en Brasil, un excelente ejemplo tanto de lo que puede significar el término cartografiar como de la potencia de la cartografía como herramienta política al servicio de la defensa de derechos y del bien común. Ahora vamos a repasar un excelente ejemplo de todo lo contrario, el silencio de los mapas o como descartografiar incómodas realidades.

Descartografiar

Cómo ejemplo de lo que puede ser el descartografiar podemos poner el Atlas de Desarrollo Humano y Objetivos del Milenio. Panamá 2010 elaborado por el PNUD-Panamá.

Rápidamente se puede intuir a qué nos referimos cuando utilizamos el verbo descartografiar. Es una formulación negativa del verbo cartografiar. Y si cartografiar era ‘poner el mapa’, descartografiar nos conducirá directamente a lo contrario, o sea a borrar del mapa. Posiblemente se perciba mejor esta antonimia en lengua inglesa – ‘put on the map’ versus ‘off the map’- ya que en lengua española la expresión ‘borrar del mapa’ equivale a algo tan fuerte como matar, quitar la vida….tal vez por eso podemos encontrar expresiones como la de etnocidio cartográfico, referidas a cuando se ignora sistemáticamente a determinado grupo étnico en la cartografía. ¡Este es el poder de los mapas!

¡Bonitas fotos!… pero eso es todo lo que encontrará sobre pueblos originarios o poblaciones negras en este atlas

Sin querer llegar tan lejos, sí nos quedamos entre sorprendidos y perplejos cuando finalizamos la lectura del mencionado atlas de desarrollo humano de Panamá y no encontramos ninguna alusión a los pueblos originarios ni a su situación. De hecho, la palabra ‘indígena’ aparece apenas 4 veces en todo el atlas y siempre en un contexto general y muy vago, comentando que en zonas indígenas y rurales hay menor acceso a servicios y mayor vulnerabilidad.

No le dedican al tema más de 4 frases. Pero si miramos todos los indicadores que han incluido y sus bonitos gráficos nos daremos cuenta en seguida que las Comarcas, o sea los territorios de los pueblos originarios legalmente reconocidos y titulados, tienen siempre los más bajos indicadores del país.

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No ser capaces de sacar de sus propios datos la conclusión de que los pueblos indígenas tienen los peores indicadores de Panamá y que eso amerita de políticas específicas dirigidas a estos colectivos raya en la incompetencia más absoluta. O tal vez no… también podemos pensar que los autores del atlas tenían directivas específicas de no tocar ‘el tema indio’, tema que incomoda mucho al gobierno racista de Martinelli (¡en HREV tenemos gran experiencia de esto!).

Si están pensando en que no es para tanto, que al fin y al cabo un atlas es una colección de mapas en la que su autor o autora puede poner los mapas que crea convenientes, les podemos responder con una pregunta y su consiguiente respuesta:

¿Puede el PNUD hacer un atlas sobre ‘desarrollo humano’ e ignorar a los pueblos originarios? Nono puede y sobretodo, nono debe.

Se supone que en el PNUD tienen una cierta sensibilidad por propuestas indígenas como en el sumak kawsay. Además, conocen perfectamente que cualquier política pública dirigida a este colectivo pasa necesariamente por desarrollar políticas específicas (que tengan en cuenta la Consulta previa y particularidades como la educación, lengua y justicia propia, entre otros derechos internacionalmente reconocidos y amparados).

Pero este extraño silencio de los mapas respecto a los pueblos originarios no es nuevo ni mucho menos. Podemos partir de los seminales textos de J.B. Harley donde nos explica con maestría que los silencios cartográficos respecto a los pueblos indígenas, en los mapas europeos de los siglos XVI y XVII,

son imágenes etnocénticas y parten de la estructura del colonialismo cultural. No es sólo que ofrezcan la promesa de una tierra libre y aparentemente  virgen, un espacio vacío para que los europeos lo dividan y llenen; se ofrece más bien la imagen de un paisaje en que los indios están callados o son relegados, a través de la decoración de los márgenes del mapa, al nivel de un canibal desnudo. Mediante estos silencios, el mapa se vuelve un permiso para apropiarse del territorio desnudo (Harley, J.B., 1988).

¡Parece que no pasa el tiempo! Ahora, en vez de dibujar caníbales desnudos te llenan los atlas de fotografías de niños y niñas indígenas. Sacan completamente estas poblaciones de los mapas y de los contenidos pero llenan el envoltorio con esas imágenes tan estéticas y de una beatífica multiculturalidad; bonita apariencia étnico-posmoderna y contenido nulo y desmovilizador.

Obviamente las gentes negras e indígenas son bellas, hermosas y dignas, y sus fotos pueden ilustrar perfectamente textos o mapas…siempre que en los mismos se les respete; no así cuando se les ignora y se les utiliza como puro maquillaje de lo políticamente correcto.

Para finalizar, y ya que hablamos de ignorar, les propongo la siguiente actividad:

  • Descargue el pdf del atlas.
  • Vayan al menú Edición/buscar.
  • Una vez abierta la ventana de búsqueda ponga el término Afro o busque otros términos con los que se autodenominan las poblaciones negras de Panamá.

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Pues no, no hay afropanameños ni afroantillanos ni afrocoloniales ni afrodescendientes ni poblaciones negras ni nada parecido en el atlas del PNUD. La única alusión la encontrará en la página 34:

«Esta nación es un crisol de razas. Alberga un espectro amplio en multiculturalidad y diversidad poblacional. Preserva en coexistencia, pueblos indígenas, descendientes de españoles, asentamientos caribeños, migrantes europeos, familias norteamericanas, e importante población de China y de la India.»

Este fragmento es lo más largo y profundo sobre el tema que sale en todo el atlas, un atlas que desde el PNUD autodefinen cómo:

«Un atlas de este tipo permite identificar la diversidad de contextos geográficos y sociales y aporta herramientas para trabajar con esta diversidad desde el ámbito de las políticas públicas, señalando sus fortalezas, debilidades y prioridades para la inversión social.» (página 25).

¿Lo dicen en serio?

Lo peor de todo es que el atlas tiene ya más de 2 años y todavía no lo han corregido, ¡con lo fácil que es añadir unas paginitas nuevas a un archivo pdf!

J. B. Harley. La nueva naturaleza de los mapas

Como base para trabajar el tema de los silencios cartográficos recomendamos la lectura de ‘La nueva naturaleza de los mapas’, que recoge una parte importante de la obra y pensamiento de Harley. Aunque toda la obra es sumamente interesante, para este caso concreto recomendamos especialmente los capítulos:

  1. Silencios y secretos. La agenda oculta de la cartografía en los albores de la Europa moderna.
  2. Poder y legitimación en los atlas geográficos ingleses del sigloXVIII.

El texto citado en el cuerpo de la entrada está extraído de la página 138. Aquí lo reproducimos un poco más extendido:

Este tipo de silencio cartográfico se convierte en un acto ideológico afirmativo. Sirve para preparar el camino de las colonizaciones europeas. Los colonizadores potenciales ven en el mapa pocos obstáculos insuperables. Lo que menos hace el mapa es reflejar la presencia de pueblos indígenas y su huella sobre la tierra: «Es como si América fuera una escenografía fija y el telón se levantara con la llegada de los europeos y ahí comenzara la acción». En resumen, estos mapas son imágenes etnocéntricas y parten de la estructura del colonialismo cultural. No es sólo que ofrezcan la promesa de una tierra libre y aparentemente  virgen, un espacio vacío para que los europeos lo dividan y llenen; se ofrece más bien la imagen de un paisaje en que los indios están callados o son relegados, a través de la decoración de los márgenes del mapa, al nivel de un canibal desnudo. Mediante estos silencios, el mapa se vuelve un permiso para apropiarse del territorio desnudo. Es otro medio más por el cual insistir sobre la inherente superioridad de las tecnologías y formas de vida europeas.

El texto de Harley, referido a los mapas europeos en tiempos de la invasión y colonización, no ha perdido ni un ápice de vigencia. Muchos de los mapas actuales, en estos tiempos de invasión extractivista exacerbada, mantienen las mismas constantes cartográficas que sus antecesores.